Resulta cautivador saber acerca de la vida de alguien recorriendo los espacios que alguna vez transitó y los objetos que ostentó, ya que estos, silenciosamente, nos cuentan las costumbres y tradiciones de esa persona. Sin embargo, es más fascinante conocer el lugar en donde saboreó un buen banquete y los elementos que eran utilizados. En torno a un comedor, principalmente a una mesa, existen diversas tradiciones que conllevan un ejercicio de encuentro, diálogo y reflexión que otros espacios de una casa no proveen con tanta intensidad. En él, se puede hacer visible un acto cultural pues el simple hecho de utilizar utensilios con cierta estética que actualmente ya no se usan o que se han transformado con el paso del tiempo, ya es un ritual que recrea todo un acto de memoria. De ahí, que los objetos que habitan este espacio adquieren un peso enorme a la hora de reflejar tanto las prácticas de una época, como el estilo de vida y estética de quién las posee. 

Doña Mercedes Sierra de Pérez poseía objetos que también hablaban de y por ella. Esta mujer antioqueña, que trabajaba en el campo de la minería, el comercio y la construcción, fue una de las figuras más distinguidas en Bogotá, no solo por ser una excelente negociadora sino, también, por tener un excéntrico gusto en cuanto a las artes decorativas se refiere, principalmente los objetos protagonizaban las celebraciones que organizaba en el comedor de su casa. El Museo El Chicó, antiguamente hogar de Doña Mercedes, hace una sorprendente y destacable exhibición de algunos de los objetos que alguna vez estuvieron en la mesa de este lugar. Entre vajillas, soperas, cremeras, copas y cucharas, en la sala “Un comedor como Il faut”, se puede percibir no solo el arte que requería poner la mesa en el siglo XIX y XX y los objetos que lo constituían, sino que también refleja la vida esta mujer que rompió todos los esquemas de su tiempo. 

El comedor del Museo Mercedes Pérez del Chicó, es un estilo francés, estilo Luis XVI, muy burgués.

Para celebraciones especiales, Doña Mercedes sacaba lo mejor de su vajilla ya que la importancia de exhibir sus adquisiciones recaía no solo en mostrar su prosperidad económica y social, también en reafirmar su capacidad de comerciante al traer del exterior vajillas y demás objetos de decoración, que la alta sociedad de ese entonces quería poseer. 

Posiblemente, la pieza más representativa es la vajilla Bavaria, netamente alemana, perteneciente a José María Obando, General y Presiente de la república del siglo XIX.

Sin embargo, Doña Mercedes tenía objetos procedentes de muchas partes del mundo. El frutero principal, por ejemplo, es de Francia, producida en una de las mejores fábricas de porcelana de este país.

En el siglo XIX, las llamadas “cremeras”, piezas para tomar una crema, eran considerablemente pequeñas a diferencia de las se utilizan ahora. Lo brillante y lo ostentoso era un gusto característico de Doña Mercedes.  

Era una genia para la decoración y combinación de objetos de diferentes estilos en la mesa de su comedor. Sin duda, esta apreciación decorativa la obtuvo a partir de sus viajes, lecturas y relaciones sociales.

Tanto los objetos que alguna vez utilizó para un buen festejo, como su casa en sí, es una exhibición no solo de las costumbres de una mujer exótica y extravagante, sino de la cultura del siglo XIX. Por ende, el Museo El Chicó, su casa, es un espacio para disfrutar y comprender la vida a partir de objetos en los que apoyamos costumbres de gran valor.

 

 

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