María Buenaventura, maestra en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, utiliza en su obra los alimentos como medio de expresión artístico para reflexionar acerca de la Sabana de Bogotá, el oficio y saber de la cocina y la connotación cultural y política de los alimentos.

¿De dónde surgió el deseo de fusionar el arte con la comida?

María Buenaventura: Uno no fusiona el arte con la comida, simplemente hay medios de expresión y hay medios de creación. Yo decidí que mi medio iba a ser la comida. Mi casa siempre tuvo como centro de reunión la mesa del comedor; eran muy importantes los desayunos y los almuerzos. En ellos, se hacían preguntas; mi papá hacía preguntas un tanto filosóficas, preguntas imposibles de resolver. Por ejemplo, preguntaba si Dios estaba por dentro o por fuera del universo y uno, con seis años de edad, empezaba a volar y a decir: ¡No, Dios está adentro! Eran almuerzos muy especiales y cocinar era una actividad muy importante en mi casa. No obstante, en el 2004 fue cuando empecé a interesarme por la cocina.

Con el grupo en el que trabajaba en ese momento, decidimos experimentar la mezcla de video con ritmos diferentes a los de la música; propuse empezar a explorar los ritmos de la cocina y armar una obra mezclando estos aspectos. Para la preparación de esta, empecé a leer la historia de la cocina de Bogotá, manuales de cocina del siglo XIX, cuadros de costumbres y relatos de viajeros.

Por esa misma época, trabajé como guía en el Museo Nacional de Colombia y como mesera en un restaurante llamado Urbano. En este último, aprendí mucho de cocina pues miraba a las cocineras y conversaba con ellas. En cuanto al Museo, pude desarrollar la reflexión sobre la cocina ya que ser guía da una pasión por hablar con la gente y saber que el campo de experimentación no está encerrado en el taller sino afuera con las personas. Entendí que la comida era mi medio de expresión y que unía los trabajos más humildes que tenía: ser mesera y ser guía de museo.

¿El hecho de cocinar o comer ya es un ejercicio artístico?

MB: El hecho de que sea sensorial o placentero no quiere decir que sea artístico. Comer, sobretodo, es complicado cuando la comida puede adquirir la forma de arte; además, es un acto cultural para los humanos, entonces que sea cultural no significa que sea artístico de inmediato. Desde mi punto de vista, para que lo sea, no debe ser enteramente placentero. Si la comida está hecha para regodear tus sentidos, no necesariamente es artística porque el arte implica un distanciamiento que te permita reflexionar, mirar el mundo de forma diferente a como lo has visto, hacerte las preguntas que me hacía mi papá. Kant dice que “el arte es el libre juego de la imaginación y el entendimiento”. Una cosa es que sea agradable y otra es que sea arte.

Actualmente, la comida ha adquirido tanta importancia gourmet que creemos que lo gourmet ya es artístico; para mí eso no lo es. Es agradable, es muy valioso, pero cuando se hace una obra con comida, para mí lo ideal es que ese acto de comer te permita cuestionarte lo que estás comiendo, por qué lo estás comiendo, de dónde viene ese gusto; eso es lo que convertiría en arte, la pregunta, pero no el placer. Debe despertarte preguntas y, que sean incómodas, que no tengan respuestas.

Para mí, el hecho de hablar de los alimentos está muy ligado a la consciencia de que para que haya diversidad, para que haya todos los alimentos que conocemos, los que no y los que necesitamos cultural y físicamente, es indispensable que haya tierras campesinas y cultivos diversos. Entonces, el placer no fue parte de mi acercamiento con la comida, sino de un significado cultural y artístico en el sentido que tiene una historia política muy fuerte.

Foto: Cortesía María Buenaventura (www.mariabuenaventura.com)  

 Entonces, ¿Cuál vendría siendo su taller?

MB: Mi trabajo principal está en la conversación con campesinos, con cultivadores urbanos y con los cocineros. Mi forma de ver la cocina es que no es un trabajo solitario, metida con los alimentos, aunque exista ese momento si acaso el 10%. Lo que a mí me interesa, es que la comida esté muy viva, que esté en relación con los otros, principalmente con los cultivadores. Se puede decir que esa conversación y ese encuentro es mi taller.

Foto por: Alejandro Arango (cortesía María Buenaventura www.mariabuenaventura.com)

En 2014, presentó “Contraexpediciones” en el Museo de Antioquia. ¿Cómo fue esta experiencia?

MB: La pieza se llamó “Observatorio de Maíz”, en la cual desgrané una mazorca del custodio de semillas de Fabriciano Ortiz. Para “Contraexpediciones”, la pieza del Observatorio de maíz, le puse a cada grano un cuerpo de arcilla; sin embargo, los granos no quedaban fijos, los visitantes podían llevarse un grano y sembrarlo. Fue muy importante que el grano estuviera individualizado y que tuviera su base de arcilla. Me di cuenta de que se veían como comunidades de personas y animales o incluso de constelaciones. No obstante, aun siento que no logro que esos granos se vean bien. Todavía creo que es algo que me reta a seguir explorando y así poder generar que la gente vea el universo en cada grano de maíz.

Fotos por: Julieta Duque, Museo de Antioquia (cortesía María Buenaventura www.mariabuenaventura.com)    

Tiene una iniciativa llamada “Escuela de la Sabana” en donde das tres talleres acerca de cocina, arte y pensamiento de la comida. ¿Cómo ha sido esta experiencia?

MB: La Escuela de la Sabana es una iniciativa en donde se habla de Bogotá y se la conoce a través de la comida, como la papa, el maíz, las frutas, la sal de Zipaquirá, entre otros. Mi trabajo, es ver la forma de aliarse con biólogos y rescatar, por ejemplo, el Pez Capitán como una comida fundamental de los bogotanos. Así como los pintores del siglo XX salieron a pintar la Sabana, es como salir otra vez a conocer la Sabana, pero a través de los alimentos.

Cuando empecé a leer la historia de la cocina y a hablar con campesinos y cocineras, me di cuenta de que lo más desconocido para los bogotanos era y es la Sabana de Bogotá. En el 2008, tomé el curso de Agricultura Urbana. En este, me enteré de que Bogotá tiene cinco microclimas, que una cosa es el clima de Soacha y Ciudad Bolívar, un clima semidesértico, y otra es el de Usme, uno más hacia el páramo. Decidí que, si me iba a quedar en Bogotá, me iba enamorar de ella y a conocerla. Yo amo los paisajes de la Sabana de Bogotá, es algo que está metido en mi primera mirada de horizonte; para mí, es fundamental mirar la Sabana, me calma.

Foto por; Alejandro Arango. Cortesía María Buenaventura www. mariabuenaventura.com        

Si tuviera que escoger entre arte y comida, ¿cuál escogería?

MB: Todo lo que yo hago en arte es alrededor de los alimentos y los seres que nos permiten tenerlos, tanto la naturaleza no humana como los campesinos, cultivadores y cocineros. Y eso es algo muy importante para mí, porque produce diversidad, produce muchas cosas diferentes. Para mí, algo fundamental en el trabajo con los alimentos es la capacidad de decidir y de ser libres, y creo que, a la larga el arte y libertad serían como lo mismo. Entonces, si me pones a escoger entre la libertad y otra cosa, escojo libertad. Hay muchas veces que yo hago comida por placer y me gusta, y también vendo alimentos con todo el amor del mundo, pero no puedo nunca separarme de la enseñanza de mi papá, la capacidad de decidir y la búsqueda de la libertad. Entonces escojo arte, sobre todo.

 

 

Publicidad:
Promo Koha en la nube


Publicado por museodata.com, con permiso del Autor / Posted by museodata.com, with permission.